En qué consiste
La terapia térmica con vapor de agua consiste en disparar vapor de agua a través de energía de radiofrecuencia. Se realiza de forma ambulatoria y con sedación —anestesia local— en apenas unos minutos.
La terapia térmica con vapor de agua está indicada para próstatas que no superen los 70-90 centímetros cúbicos, con lo que podemos tratar a más del 80% de los pacientes que sufren HBP.
Diversos estudios han demostrado que la funcionalidad sexual, tanto la erección como la eyaculación, no se ven afectadas.
Cómo actúa el vapor de agua en la próstata
Inyectamos el vapor de agua en dos o tres puntos de cada lóbulo de la próstata y retiramos el dispositivo. El vapor de agua destruye el tejido prostático consiguiendo que la próstata se retraiga, aliviando así los síntomas que la compresión de esta produce. Todo esto en no más de veinte minutos.
El calor del vapor de agua se distribuye entre el tejido de la próstata provocando la muerte celular y dando lugar a una retracción de la glándula. Cuando la próstata se retrae deja de comprimir la uretra y esta se ensancha permitiendo la micción.
¿Qué posibles efectos secundarios tiene el tratamiento?
Con el tratamiento con vapor de agua el riesgo de sufrir complicaciones es muy bajo puesto que no hay cortes y el calor que produce el tratamiento no afecta a los nervios. No repercute en la funcionalidad sexual y es excepcional que genere eyaculación retrógrada (pérdida de eyaculación).
Efectividad
Los estudios realizados durante 6 años muestran que en el 90-95 por ciento de los hombres que han recibido el tratamiento los síntomas de la HBP se han reducido o eliminado significativamente. Por ello, ha sido aprobado por las principales agencias que evalúan y certifican la eficacia de los tratamientos médicos, como la FDA americana.
¿Para qué tipo de próstatas está indicado?
La terapia térmica con vapor de agua está indicada para próstatas que no superen los 70-90 centímetros cúbicos, con lo que podemos tratar a más del 80% de los pacientes que sufren HBP. Nos referimos además a pacientes que no desean padecer los efectos secundarios de la cirugía convencional, como la pérdida de la eyaculación —también llamada eyaculación retrógrada—, y a pacientes que, por enfermedades o por tratamientos, tienen contraindicada la cirugía.